ACCEDER A EDUCACIÓN
En Traslasierra se está gestando una revolución educativa que desafía los límites tradicionales de la formación académica. Estas iniciativas amplían las oportunidades para jóvenes y adultos, permitiendo de poco que la formación se imparta en el mismo territorio, y representan un paso decisivo hacia una educación más inclusiva.
NOTA DE TAPA
POR COMECHINGONES MULTIMEDIOS


Tuvieron que pasar muchos años para instalar la idea de un parte aguas en el valle. Jóvenes intrépidos que se lanzaban a una migración prematura en busca de formación académica en tiempos sin teléfonos, sin transporte asiduo, sin autopistas. En pueblos como el nuestro la migración es uno de los factores más comunes. En los 40 emigramos en busca de trabajo industrializado, en los 60 en busca de derechos laborales, en los 80 en búsqueda de una esperanza que el tabaco había dejado trunca, en los dos mil, migramos tratando de encontrar un poco de agua en medio del desierto. Aprendimos a migrar como parte del viaje. O a quedarnos en nuestras plazas, como situación cristalizada de un futuro que apenas llegaría después de muchísimo esfuerzo. Nacimos con la espalda cargada de esa decisión, irnos o quedarnos, y esa decisión siempre fue crucial en la vida de todos por aquí.
Ahora bien, en Traslasierra se está gestando una revolución educativa que desafía estos límites tradicionales de la formación académica. Durante años, quienes deseaban cursar estudios superiores en la región se vieron obligados a migrar a las grandes ciudades, pero la inauguración de dos sedes de la Universidad Provincial de Córdoba y la creación de la Universidad Cooperativa y Mutual Argentina han reconfigurado el mapa académico. Estas iniciativas amplían las oportunidades para jóvenes y adultos, permitiendo de poco que la formación se imparta en el mismo territorio, y representan un paso decisivo hacia una educación más inclusiva y adaptada a las demandas contemporáneas. Al mismo tiempo, en pleno siglo XXI, la educación se encuentra en una encrucijada que va más allá del simple acceso o financiamiento.
La transformación digital y la irrupción de nuevas metodologías han abierto caminos antes impensados, y el desafío no es solo impartir conocimiento, sino fomentar la capacidad de aprender a aprender.
Los modelos tradicionales, basados en la transmisión unidireccional y la memorización, conviven con formatos innovadores que aprovechan el potencial de la tecnología para ofrecer una experiencia educativa más dinámica y personalizada. Las escuelas secundarias ahora buscan motivar a los adolescentes en entornos que compiten con la inmediatez del mundo digital, mientras que en la formación terciaria y universitaria se debaten posturas que van desde la defensa de la estructura clásica hasta la apuesta por competencias prácticas y modulables.
Este cambio de paradigma invita a repensar el rol del educador, que pasa de ser un mero transmisor de información a convertirse en un facilitador del pensamiento crítico y la creatividad. Al mismo tiempo, se plantean desafíos importantes, como el riesgo de fragmentación del conocimiento, cuando la personalización extrema conduce a que cada individuo acceda solo a aquello que le resulta inmediato y relevante, sin lograr una visión integral del mundo. La clave estará en integrar lo mejor de ambos mundos: la solidez de una base educativa tradicional y la flexibilidad de los nuevos métodos de aprendizaje.
La transformación que se vive en Traslasierra es una muestra palpable de que la educación, entendida como un derecho y una herramienta para el desarrollo social, puede y debe derribar barreras geográficas y económicas. La experiencia de esta región evidencia que, en un contexto de constantes cambios, el verdadero desafío consiste en construir una educación que no solo prepare para un mundo en constante transformación, sino que también impulse a cada comunidad a ser protagonista de su propio desarrollo.
La educación es la última frontera porque en ella se define el futuro. No solo el de cada estudiante, sino el de las sociedades que construirán. Entre modelos tradicionales que resisten y nuevas formas de aprendizaje que emergen, la clave no está en elegir entre uno u otro, sino en integrar lo mejor de ambos mundos. La emergencia de sedes universitarias en Traslasierra es una señal clara de que romper las barreras geográficas y económicas es posible, y que la educación puede ser un motor de desarrollo regional y social.
El desafío es enorme: crear una educación que no solo prepare para un mundo en constante cambio, sino que enseñe a transformarlo, haciendo de cada aula —sea en la gran ciudad o en una región históricamente desatendida— un centro de innovación y progreso.
ALGUNOS DATOS
En Argentina, la tasa de alfabetización se sitúa en torno al 98%, lo que evidencia el esfuerzo histórico por garantizar el acceso a la educación básica. La cobertura en la educación primaria supera el 95% y la escolarización en el nivel secundario se acerca al 90%, indicadores que reflejan la robustez de los primeros niveles educativos. En cuanto a la educación superior, se estima que entre el 40% y el 45% de los jóvenes de 18 a 24 años están matriculados en universidades o institutos terciarios, lo que resalta el compromiso con la formación profesional y académica, a pesar de los desafíos en infraestructura y financiamiento.
A pesar de que Argentina muestra indicadores robustos a nivel nacional —con una alta tasa de alfabetización, cobertura casi total en educación básica y cifras alentadoras en la escolarización secundaria y superior— esta buena performance no se replica de forma homogénea en todas las regiones.
En contraste con las cifras nacionales —donde, por ejemplo, cerca del 70% de los estudiantes cuentan con acceso a dispositivos digitales— en zonas como Traslasierra persisten brechas tecnológicas que dificultan la implementación efectiva de metodologías innovadoras. Esto no solo afecta la continuidad del aprendizaje, sino que también impide que los estudiantes se beneficien plenamente de la revolución educativa que se vive en otras regiones. Por ello, es crucial que las políticas públicas y las iniciativas locales se enfoquen en adaptar las buenas prácticas a las particularidades de cada territorio, para que la transformación del sistema educativo sea inclusiva y equitativa para todos.