ARGENTINA Y SU SIEMPRE VASO MEDIO VACÍO
Las políticas económicas propuestas por el gobierno de Javier Milei están transformando la economía argentina. Pero, ¿Cómo afectan estas medidas a la vida cotidiana en Traslasierra? Un análisis de los impactos en la producción regional, el turismo y las economías familiares en un mundo donde siempre están faltando cinco para el peso.
NOTA DE TAPA
POR COMECHINGONES MULTIMEDIOS


La economía regional de Traslasierra, con su riqueza en producción agrícola, emprendimientos artesanales, turismo y pequeños comercios, siempre ha dependido de un delicado equilibrio entre políticas nacionales y la capacidad de adaptación local. En este contexto, las reformas económicas impulsadas por el gobierno de Javier Milei están generando una serie de efectos que ya comienzan a sentirse en el valle. Entre las medidas que más impacto tienen en la región se destacan la dolarización de la economía, la eliminación de subsidios y la apertura irrestricta de importaciones. Si bien estas políticas prometen combatir la inflación y fomentar la competencia, también presentan desafíos significativos para las economías locales.
Dolarización y turismo
Con la dolarización, el turismo –uno de los pilares económicos de Traslasierra– enfrenta una paradoja. Por un lado, los visitantes internacionales podrían ver la región como un destino más accesible en términos de precios dolarizados. Sin embargo, para los turistas nacionales, la dolarización ha disparado los costos de bienes y servicios básicos, lo que podría frenar la afluencia de visitantes locales, quienes históricamente son la mayoría en temporadas altas. La apertura irrestricta de importaciones ha puesto en jaque a pequeños productores agrícolas y artesanos, quienes ahora deben competir con productos extranjeros de menor costo. Esto no solo amenaza la identidad productiva de Traslasierra, sino también los empleos que dependen de estas actividades. La eliminación de subsidios ha llevado a un aumento considerable en las tarifas de servicios básicos como electricidad y transporte. En una región donde muchas familias dependen de ingresos informales o temporales, esta medida representa una carga adicional que impacta directamente en el consumo interno y en la calidad de vida.
Hablamos con productores, comerciantes y referentes del turismo regional para entender cómo están enfrentando estos cambios. “Nos piden ser competitivos, pero con tarifas dolarizadas y sin apoyo estatal, ¿Cómo hacemos para sostener nuestras producciones?”, expresó un agricultor de Villa de Las Rosas.
“Lo que aquí está en juego no es solo la economía, sino también la forma en que vivimos y soñamos en Traslasierra.”
Por otro lado, una emprendedora turística en San Javier señaló: “Si bien algunos extranjeros han aumentado sus reservas, el turista argentino está cada vez más ausente, y eso se siente en la temporada”. Mientras el modelo de Milei redefine las bases de la economía nacional, en Traslasierra surgen iniciativas para resistir y adaptarse. La cooperación entre pequeños productores, la diversificación de actividades y la búsqueda de nuevos mercados internacionales son algunas de las estrategias que comienzan a gestarse. La pregunta sigue abierta: ¿puede Traslasierra preservar su identidad económica y cultural frente a un modelo que prioriza el libre mercado? La respuesta, como siempre, está en las manos de su gente.
Por esa maldita obsesión
Y es que las reformas económicas de Javier Milei traen a la memoria un patrón recurrente en la historia argentina: la ilusión de los cambios estructurales y la eterna sensación de estar al borde del progreso, pero nunca alcanzarlo. Cada nuevo modelo económico promete ser la solución definitiva a todos los problemas estructurales. Sin embargo, siempre terminamos en un terreno conocido: la inflación que erosiona los ingresos, la devaluación que golpea el ahorro, el ajuste que precariza a las mayorías y las crisis que dejan cicatrices en la memoria colectiva. La frase popular “siempre nos faltan cinco para el peso” encapsula la frustración de generaciones que sienten que, a pesar del esfuerzo, el sueño del desarrollo pleno siempre queda fuera de alcance. Las políticas de dolarización, liberalización del comercio y eliminación de subsidios propuestas por el gobierno actual no son inéditas. En los años '90, durante el gobierno de Carlos Menem, Argentina vivió una situación similar con la convertibilidad. Aquella apuesta por una estabilidad ficticia, atada al dólar, llevó a un auge breve pero dejó un legado de quiebras, desempleo masivo y una crisis social que explotó en 2001.
Hoy, la historia parece repetirse. Mientras las grandes ciudades se adaptan con mayor rapidez, regiones como Traslasierra enfrentan una transición mucho más dolorosa. El pequeño productor, el comerciante local y el trabajador informal cargan con el peso del ajuste, a menudo sin los beneficios prometidos por las reformas.
La trampa de los ciclos
¿Por qué, entonces, Argentina parece condenada a estos vaivenes? Algunos analistas apuntan a la falta de un proyecto de desarrollo sostenido, mientras que otros señalan una cultura política marcada por el cortoplacismo. En cada crisis, el país improvisa soluciones de emergencia que, si bien alivian momentáneamente el problema, no resuelven las causas de fondo. En el contexto de la región, las soluciones a este laberinto cíclico pasan por reforzar la identidad local y generar redes de cooperación que permitan resistir las políticas de ajuste. Pero esto no alcanza si no hay una política nacional que valore las economías regionales como un motor del desarrollo.
“Argentina es un país acostumbrado a vivir en la cornisa, pero siempre queda la esperanza de que el próximo paso nos lleve, finalmente, al otro lado.”
La historia argentina nos enseña que los ciclos de auge y crisis son inevitables. Sin embargo, también nos recuerda la resiliencia de su gente. En Traslasierra, como en tantas otras regiones, cada crisis es un recordatorio de que el verdadero peso del cambio no es el económico, sino el humano.