DENGUE Y MOSQUITOS

¿Por qué nos pican los mosquitos? ¿Por qué activamos los efectos del virus transmitido por el mosquito? ¿La solución es eliminar a los mosquitos del planeta? ¿No será mejor dedicarnos a cultivar hábitos saludables?

SALUD

POR NESTOR PALMETTI

Los mosquitos son, han sido y serán, vectores de transmisión viral: desde malaria, dengue, zika, chikungunya hasta fiebre amarilla. Sólo las hembras del 6% de las especies chupan sangre de los humanos para el desarrollo de sus huevos. Y de estas, solo la mitad pueden transmitir enfermedades a los humanos. Específicamente el Aedes aegypti está sindicado por transmitir el virus del dengue, cuyos síntomas van desde un estado gripal hasta la fiebre hemorrágica que puede ser mortal.

El problema de los insecticidas

Obviamente se lanzan campañas de descacharreo (o sea, eliminar depósitos de agua estancada donde puede multiplicarse el insecto), pero también fumigaciones con insecticidas y recomendaciones para usar repelentes. Estas últimas dos acciones, generan un natural aumento de resistencia por parte de los mosquitos. Esto fue probado por varios estudios, el último publicado por la Universidad de La Plata. Los científicos encontraron mutaciones en los insectos, que le confieren capacidad de sobrevivir al tóxico utilizado (piretroides: permetrina y cipermetrina). Esto explica por qué las últimas fumigaciones no han brindado resultados efectivos. “Comprobamos que cuando el uso de insecticidas aumenta en una situación de brote de dengue, también hay más mutaciones halladas” dicen en el estudio publicado.

¿Por qué y para qué pican los mosquitos?

Los mosquitos son atraídos por una serie de compuestos químicos que pueden detectar a unos 50 metros de distancia. Los machos no están interesados ​​en nuestra sangre, pero las hembras sí, pues necesitan hierro y proteínas para producir sus huevos. Por estudios científicos, sabemos que los mosquitos son atraídos por compuestos químicos, por actividad bacteriana y por el calor corporal. Como siempre, todo es multifactorial.

Compuestos químicos: Cuando nos están olfateando, los mosquitos huelen una amplia variedad de productos químicos. En un estudio realizado en el 2000, 277 fueron aislados como potenciales atrayentes de mosquitos en los olores de la mano humana. La actividad física genera ácido láctico y al emitirlo en el sudor, atrae a los mosquitos.

Bacterias: Un trillón de microbios viven en nuestra piel y crean su olor corporal. Los seres humanos sólo tenemos alrededor del 10 por ciento de estas bacterias en común; el resto varían entre distintos individuos. Algunos de nosotros tenemos una colección de microbios que son particularmente irresistibles a los mosquitos. Antes se creía que los mosquitos se sentían atraídos por el sudor humano, pero la ciencia ha precisado mejor este concepto. Se sabe ahora que se sienten atraídos por los cambios químicos producidos por las bacterias en el sudor.

Movimiento y calor: Los mosquitos son atraídos por el movimiento y el calor. Estos insectos localizan olores, tienen detectores térmicos para reconocer sustancias volátiles y además perciben la temperatura. Una persona que tiene mayor temperatura corporal, transpira más, jadea más y va a ser más picada que alguien con temperatura corporal más baja, o alguien que recién se bañó y tiene el cuerpo más fresco.

Recomendaciones de sentido común

Obviamente eliminar depósitos de agua estancada, que promueven su multiplicación. Y ante la presencia de mosquitos, evitar exponerse cuando están más activos: amanecer y atardecer. Pero de lo visto anteriormente, resulta clave evitar el consumo de alcohol y de dulces, depurar el organismo, mantener el cuerpo fresco, evitar el uso de cosméticos que inhiben la diversidad del microbioma dérmico. Pero, como decíamos al comienzo, nadie se ocupa de recomendar la depuración corporal y los hábitos de higiene interna. También es recomendable usar ropa clara y holgada. Se sabe que los mosquitos usan la visión (junto con el aroma) para localizar a los humanos, por lo cual conviene evitar colores que resalten (negro, rojo, azul oscuro).

Para generar un repelente natural, casero y carente de toxicidad, se puede combinar 500 cc de alcohol puro de farmacia, 100 ml de aceite comestible y unos 30 clavos de olor. Se echa agua hirviendo sobre los clavos (apenas lo necesario para cubrirlos) y se deja macerar algunas horas. Luego se cuela y se combina la infusión con el alcohol y el aceite, agitando bien para que se emulsione la mezcla de los tres líquidos. Se aplica regularmente sobre la piel.

¿Por qué la picadura nos enferma?

Nuestra visión fisiológica del ecosistema corporal, descarta el concepto de “enfermedad”. El cuerpo no “enferma” sino que activa sabios mecanismos de adaptación y sobrevivencia, cuyos síntomas llevan a diagnósticos de “enfermedad”. Por tanto, tampoco consideramos que haya personas “enfermas” sino que hablamos de personas con ensuciamiento y toxicidad crónica. Del mismo modo, no concebimos el término “contagio”. Es el ecosistema de cada persona el que genera condiciones desarrollistas (o no) de patógenos. Es evidente que todos estamos en contacto con patógenos y no todos los desarrollamos.

La aceptación del concepto de contagio está supeditado a la aceptación de la teoría de los gérmenes como causantes de la enfermedad; o sea, que bacterias específicas producen síntomas específicos. La falacia de esta teoría ha sido demostrada en numerosas ocasiones, e incluso fue admitida por Pasteur, al principio su más acérrimo defensor. Pero la ironía final es la perpetuación de un sistema médico basado en esta teoría errónea.

La enfermedad, así como el trabajo realizado por nuestros depredadores simbióticos (los microorganismos), son desagradables y agotadores, pero son necesarios para el mantenimiento de la vida. Una vez que la limpieza ha finalizado, el organismo recobra las fuerzas y la normalidad.