POR RUBEN MATOS
El panorama de los medios de comunicación, especialmente en nuestras regiones pequeñas y medianas, enfrenta una crisis que va mucho más allá de la competencia por las audiencias: el problema fundamental radica en la falta de sistemas de financiamiento independientes, lo que reduce a los medios (en su mayoría radios FM aún) a roles subalternos y condicionados. La mayoría depende, de una forma u otra, de los estados municipales. Y es precisamente esta dependencia la que limita el poder de los medios como agentes de cambio y debate social, dejándolos sin margen de maniobra para asumir un rol verdaderamente dinámico, creativo y audaz. Sin una fuente de financiamiento autónoma, los medios se ven forzados a actuar como meros voceros de quienes financian sus operaciones corriéndose del perfil profesional que quiso instaurar el siglo XX. Por otro lado el sector privado, empresarios, emprendimientos, profesionales no se involucran en proyectos de comunicación con una mirada social o transformadora. Su compromiso es casi siempre débil y mercantilista, apuntando solo a lo que pueda beneficiar a sus propios intereses. El resultado es un sistema mediático donde las voces críticas, los debates profundos y las visiones alternativas se ven mermadas o directamente silenciadas, porque el espacio de cuestionamiento y creatividad simplemente no tiene cabida en este esquema.
Esta situación es particularmente grave en medios locales donde nace una dependencia tan extrema que los periodistas quedan atrapados en un ciclo de conformismo y superficialidad. Sin la capacidad de experimentar o explorar otros ángulos, se limitan a ser una réplica de los esquemas centrales o a simplemente repetir las voces de los poderosos de turno. El financiamiento termina actuando como una mordaza que impide a estos medios cumplir con su función social básica: la de servir de foro para la discusión pública y el debate crítico. Si el sector privado asumiera una verdadera responsabilidad social, dígase segmento agroproductor, comercios de escala, profesionales, etc, que actúan en la región, podríamos imaginar medios que contribuyan activamente al desarrollo de una ciudadanía informada y crítica. En lugar de un apoyo condicionado, las empresas podrían ver en los medios una inversión estratégica en la sociedad, y los medios, a su vez, podrían ejercer su labor sin las presiones que hoy enfrentan. Se trata de una responsabilidad compartida que actualmente no se asume. Y sin ese compromiso el debate tiene la estatura de una desesperanza.
La solución no es simple, pero pasa inevitablemente por un cambio de perspectiva. El financiamiento independiente, basado en la responsabilidad social y el reconocimiento de la importancia de un periodismo libre y crítico, permitiría informar, incomodar, cuestionar y ofrecer perspectivas amplias y diversas. Se requiere un giro en el rol del sector privado: que vea en el apoyo a los medios no una carga ni un simple gasto publicitario, sino una oportunidad de promover una sociedad más justa. Sin este cambio, los medios seguirán atrapados en un ciclo de dependencia y docilidad. Y la sociedad, a su vez, perderá uno de los pocos espacios que le permite pensar en voz alta y construir un diálogo real.
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