LA HISTORIA NO LINEAL DIBUJA UN COSMOS
Cuando al principio del siglo XX, Albert Einstein descubrió que espacio era igual a tiempo, inaugurando el estudio de la física cuántica, los taitas amazónicos y las machis mapuches dijeron: “Ahó. Chocolate por la noticia”.
ECONOMÍA
POR TOMÁS ASTELARRA


Tras dos o tres siglos de investigación, ampliando su potencia microscópica a través de sofisticadas máquinas surgidas de la especialización, la fragmentación, el extractivismo, pero sobre todo el capitalismo patriarcal que considera la naturaleza como objeto, la ciencia positivista llegó a la conclusión o física cuántica, de que el átomo estaba básicamente vacío. No tiene materia. ¿Dónde queda entonces la materia?¿Donde queda la historia?¿Qué relación tiene con el espíritu? La máxima evolución de la ciencia positivista, la física cuántica, también llegó a la conclusión que todo experimento, toda observación, depende del observador, que es casi tan importante como lo observado. Sujeto y objeto son una misma cosa. Una complementariedad que ya hace rato sabían también las pueblas ancestrales a través de sus plantas de poder.
Ya en el siglo V antes del tal Cristo, Demócrito de Abdea, considerado el padre de la física, había descubierto el átomo y el vacío sin necesidad de tanta parafernalia tecnológica. “No decimos que los laboratorios no sirvan para nada, sino que los principios básicos relativos al ser humano están en su percepción interna”, dice en su libro Los Orígenes de la Civilización el líder kurdo Abdullah Ocalan. “La disolución de las historias particulares en el océano de una única memoria: la humana, es algo que nadie puede enseñar. Es una tarea que cada organismo debe aprender a hacer”, sostiene por su parte el papacho Eugenio Carutti en su libro Inteligencia Planetaria. Reflexiona Ocalan: “Otro asunto igualmente interesante en el desarrollo biológico está relacionado con la excepcionalidad que supone la Tierra, ya que, al menos hasta el presente, no se ha encontrado vida en otro planeta del universo observado. Esta forma de ver las cosas es bastante problemática. En primer lugar, la capacidad del ser humano para conocer todos los planetas es muy limitada. El ser humano puede aprehender el universo de la misma forma en que un mosquito puede observar todo el globo terráqueo. La tesis de que el ser humano puede conocerlo todo es otra obsesión del pensamiento metafísico semejante al de la creación divina”. “El contexto simbólico de referencia (arquetípico) que nos organiza inconscientemente es el racional científico, asociado a la idea del individuo y superpuesto a una espiritualidad íntimamente ligada a la existencia de un Dios único, masculino y definitivamente personal, omnipotente y omnisciente. Cualquier percepción que implique la ruptura de este contexto psíquico es ubicada en forma automática por “nuestro” cerebro en la dimensión del delirio y por eso se activan de inmediato defensas y resistencias propias del contexto psíquico occidental moderno”, observa Carutti.
¿Por qué en esta sociedad moderna estamos dispuestos a creer en la existencia de Dios o el Big Bang, o las cosas que dice Carl Sagan en Cosmos, pero tildamos de brutalidad e ignorancia las cosmovisiones o mágicas ritualidades de nuestras pueblas ancestrales? “El régimen de la verdad es el aliado más sólido del régimen de abuso político y su consecuencia no es otra que una mayor opresión y la pérdida de la vida libre, digna y significativa”, asegura Ocalan. Dijo alguna vez el economista chileno Manfred Max Neef: “Sabemos muchísimo, pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos conocimientos como en los últimos cien años. Pero mira cómo estamos. ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El conocimiento no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento es clara. Imagina que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre el amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar a aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Cuando perteneces, entiendes”.
Las historias, los caminos, las ideas, son sincuenta, con s, infinitas, como el cielo, las hormigas, las gotas de agua y esas luces multicolores que dibuja el cosmos en nuestro interior cuando ingerimos alguna medicina ancestral. Me dijo el abuelo Pedro Wachuma que no hay nada que pueda definir, en un espacio-tiempo infinito, la utilidad o no de un punto. Quizá aquí y ahora alguna teoría o información no sea de utilidad para cierto ser. ¿Pero si lo fue ayer? ¿Si lo llega a ser mañana? Por eso para las antiguas pueblas de nuestra Amérika, la vida, las historias, cada yerba de pasto, es sagrada. Lo cual no quiere decir que lo sagrado no tenga su fecha de vencimiento. La muerte es parte de la vida, como el caos del orden. Opuestos complementarios, dicen las abuelas. Cópula y no guerra. Abrazo antes que trompada. Cuestiones de la física cuántica que el filósofo boliviano Javier Medina estudió comparativamente con la base de organización social ancestral andina, el ayllu. El resultado: casi lo mismo. Ninguna de las dos cree que el signo igual exista. Las líneas paralelas, me enseñaron en la escuela, se unen en el infinito. Como lo ancestral y lo moderno. Opuestos complementarios de una nueva humanidad.