LA HISTORIA QUE NO NOS CONTARON (ÚLTIMA PARTE)
La masacre transerrana que marcó la historia del siglo XIX en Argentina.
NUESTRO VALLE
POR CARLOS BOGOSSIAN


El General José María Paz durante la invasión a nuestro valle instauró y pergeñó un Plan Sistemático de represión y terror sobre las fuerzas y todo aquello que fuese o pareciese federal en Traslasierra. Hubo órdenes estrictas de pasar a degüello a todo federal u hombre o mujer que pareciese federal. En el camino había mano libre para realizar cualquier tipo de atropello sobre la población en armas (la menos numerosa) y la civil. Para financiarse recurrió al mismo método que condenaba en sus enemigos federales, reuniendo contribuciones o confiscaciones forzosas entre los vecinos del valle; a quienes se negaban a pagar lo esperaban la muerte y tormentos propios o los de sus familiares.
El grado de salvajismo alcanzado por las tropas al mando de Paz y sus oficiales, lo manifiesta con claridad hasta sus propios hombres como el Mayor Domingo Arrieta en sus memorias: ”Los coroneles Lira, Molina y Cáceres rindieron la vida entre suplicios atroces. Sus cadáveres despedazados fueron exhibidos en los campos de Córdoba y expuestos insepultos”. Así pudo decir un oficial de Paz, después de explicar cómo habían adoptado la medida de “no dejar vivo a ninguno de los que pillásemos”, que: “mata aquí, mata allá, mata acullá y mata en todas partes, fueron tantos los que pillamos y matamos que, al cabo de unos dos meses, quedó todo sosegado”. “Los prisioneros son colgados de los árboles y lanceados simultáneamente por el pecho y por la espalda. A algunos les arrancan los ojos o les cortan las manos. En San Roque, le arrancan la lengua al comandante Navarro. A un vecino de Pocho, don Rufino Romero, le hacen cavar su propia fosa antes de ultimarlo, hazaña que se repite con otros. Algunos departamentos de la Sierra son diezmados. Por orden, si no del General, de alguno de sus lugartenientes, ciertos desalmados, como Vázquez Novoa, apodado Corta Orejas, el Zurdo y el Corta Cabezas Campos Altamirano, lancean a los vecinos de los pueblos, en grupos hasta de cincuenta personas”. (Manuel Gálvez. Vida de don Juan Manuel de Rosas. p. 130)
Paz en sus memorias, no resiste su propio espejo e indica: “la campaña de la sierra se llevó a cabo con algunos actos de severidad”. Por su parte, en su obra maestra anti Federal José Rivera Indarte, conocida como Tablas de Sangre, el escritor cordobés decía en su periódico escrito en Montevideo sobre la lucha contra las montoneras federales en 1830: “El Nacional se complace en recordar ochocientos de esos asesinatos brutales, no sobre soldados de Rosas, sino sobre argentinos de Córdoba, de San Luis, de La Rioja”. Tomando en cuenta que Paz indicó que hubo solo encuentros con pequeñas partidas enemigas y que admitió algunos actos de severidad, es muy difícil explicar cómo llegaron a 800 muertos. Salvo que abonemos la tesis asumida por los propios hombres de Paz, como ya dijimos, e indiquemos que sobre Traslasierra lo que se vivió fue una invasión cargada de terror y muerte en forma de sistema para en primer término doblegar y “pacificar” el valle rebelde, extirpando de raíz el germen federal y allí incluimos no solo las montoneras armadas sino la población civil, que claramente como lo indican los principales historiadores y todas las referencias de época, era claramente simpatizante en su gran mayoría de la causa federal. En segundo término, lo que Paz busco llevar adelante en nuestra región con su campaña, era algo que el unitarismo con sus diferentes referentes venía marcando cada vez con más fuerza desde el inicio de la guerra civil, ante la impopularidad de su causa en los pueblos del interior, solo la severidad y el terror podía modificar el status quo reinante. Esta idea no es solo propiedad ni de Paz, ni de los Unitarios, a lo largo de la historia de nuestro país y del mundo, muchos otros las han llevado adelante con distinta suerte. Finalmente desde el plano militar una ocupación exitosa, con los departamentos de la sierra totalmente “pacificados” le permitían a Paz la tranquilidad de una retaguardia segura, que le permitiera sin sobresaltos esperar y preparar la defensa de una nueva invasión que finalmente Facundo Quiroga llevó adelante contra Córdoba donde fue vencido nuevamente en la Batalla de Oncativo, mediante una formidable maniobra que el general Paz implementa, lo que le hizo decir a Quiroga con admiración: “es un general que gana batallas con figuras de contradanza”, en alusión a sus conversiones y flanqueos.
José María Paz murió en Buenos Aires en el mes de Octubre de 1854 y fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta con los más altos honores. En 1944, por iniciativa de Víctor Martínez, diputado nacional por Córdoba, se creó el Liceo Militar General Paz en la ciudad de Córdoba. En 1956, cadetes de la décima promoción del Liceo trasladaron los restos de Paz desde la Recoleta hasta la Catedral de Córdoba. Años más tarde, por decisión de sus descendientes, los restos de su esposa fueron repatriados desde Brasil, y también descansan junto a los de Paz.
Paz organizó una formidable operación militar sobre Traslasierra “La Campaña de La Sierra”. Esta campaña, que incluyó una verdadera masacre con todo tipo de atrocidades y en donde algunos autores llegan a mencionar dos mil quinientos muertos, es sin duda el inicio del terror sistemático en la historia Argentina, si bien en la ya iniciada guerra civil, habían existido actos de terror, eran propios de enfrentamientos o acciones aisladas propias del estado de guerra. Pero lo que se llevó adelante en nuestro valle bajo las órdenes específicas del General José María Paz fue un plan sistemático de muerte y terror que sirviera de escarmiento para la población del interior del país, mayoritariamente sumada a las filas federales que rechazaban el orden unitario que Paz había empezado a imponer. La Campaña de la Sierra gracias a su triste legado, es sin dudas un antes y un después en las guerras civiles argentinas y por ello ubica a Traslasierra en el centro de la historia nacional del siglo XIX. Un hecho poco conocido, olvidado e invisibilizado por la historia oficial del país y de nuestro oeste que merece ser difundido en todo su valor e importancia.