MEMORIAS DE LA SERRANÍA

Lo que leas de este libro seguramente, más si naciste en Traslasierra, te va a sonar familiar. Acá va un fragmento de un capítulo.

CULTURAS

POR INÉS MARÍA CORREA

LAS COTORRAS

Desde que el capitalismo fue marcando los tiempos y más que nada las ganancias, todo lo que implica pérdida o bajo rendimiento empezó a ser eliminado. Para que el campo produzca más se fabricaron los agrotóxicos, con las fumigaciones a cielo abierto, cuestión esa que ningún gobierno combatió, más bien todo lo contrario, en este punto aclaro que no es que estoy en contra del control de plagas, pero hay métodos que no son tan nocivos para la naturaleza y el hombre como los que se utilizan.

Eso antes también era diferente. La familia de Paulina Reynoso fue productora de semillas y frutales. Me contaba: “mi papá solía decir que había que sembrar para todos. Por ejemplo, yo acá tengo naranjas y ellas (me habla de las cotorras como si fueran sus amigas), comen las naranjas y les encanta. Y es la parte de ellas. A mí me encantan las cotorras, yo las siento en la noche, gritan. Porque ahí tienen una planta de pino y ahí tienen el nido y en la noche ¡hacen un argumento!, debe ser que anda algún otro bicho o algo que las asusta, porque hacen un argumento tremendo. Pero hay gente que no las quiere a las cotorras. Y la cotorra es un animal que no ataca el sembrado, va y come el yuyo malo. ¿Vio que en los campos hay rosetas?, hay muchos campos que se llenaron de rosetas porque mataron todas las loras. Y la cotorra es la que limpia el campo de la roseta, porque Usted entra a un campo y si hay roseta Usted no puede entrar, es como una paja que saca una bolita, y esa bolita está llena de espinitas. Que donde se le agarre es tremendo. Y las cotorras le limpian los campos de esa roseta”. Paulina respetaba plenamente la convivencia de las especies, nunca la escuché apoyar el exterminio de ninguna.

Cuando tu oficio es la escritura, vivís para encontrar historias, narraciones, paisajes o personas con las o los que armar tus textos. Sentís un gran impulso por encontrar las palabras de eso que querés contar.

Siempre afirmo que el arte de escribir no es una tarea fácil, como la del pintor de cuadros o del músico, u otras artes. Podés llegar a estar horas frente al cuaderno, a la computadora, o con una guitarra hasta que te llega la inspiración, hasta que eso que querés ofrecer como arte alcanza esa forma que estás buscando. Digo que no es tarea fácil porque necesita de disciplina, muchas horas de trabajo hasta que sale algo como lo que estás buscando.

Escribir Memorias de la serranía fue eso también, muchas horas de estar sentada buscando el mejor producto, que cada capítulo quede bien terminado, que genere emociones y que llame a la evocación de sentimientos, emociones, olores y sabores de antes. Eso es lo que busqué en este, el cuarto libro que escribo. Me lo volvió a editar Milena Caserola, de Matías Reck como al anterior Coincidencias y recibió dos becas Creación del Fondo Nacional de las Artes, además del auspicio de la Municipalidad de Villa de las Rosas.

Lo que busqué con este libro fue reflejar historias, miradas, narraciones que venían formando parte del pueblo de Villa de Las Rosas.

“Por eso es que fui a buscar a esos mayores poseedores de la sabiduría ancestral, para que me cuenten cómo crecieron, cómo era la vida en las sierras antes de la energía eléctrica, de la televisión, del internet, cómo se divertían, cómo vivían en comunidad, cómo se vinculaban las familias y qué cosas deben ser recordadas para que queden escritas.”…”Este libro pretende atesorar la memoria hablada, lo que se vuelve tradición y lo que debe volverse historia para que no desaparezca”.

“Cuando empecé a consultar a vecinos, me apuntaron muy bien a dos en especial: a La Paulina y a Don Nardo. Los entrevisté durante mucho tiempo, compartí mates, comidas, amigos y algunos otros vecinos también poseedores de memoria me completaron las narraciones.”…”Fueron ellos quienes me hicieron amar aún más al valle. Durante los largos meses de encuentros, me desafié a mí misma a poder llegar a desentrañar qué es lo que había detrás de esas miradas fijas, perdidas, por momentos insondables, de esa piel curtida como las piedras que pasan siglos asentadas en las sierras y que habitaron los pueblos comechingones.”…” También pareciera ser que pausan el habla para ir escuchando lo que les dicen los pájaros, ellos saben qué les pasa a los zorzales, dónde puede estar el crespín (un pájaro que al cantar parece que llora y que nunca se sabe dónde está), qué buscan los pájaros carpinteros y para dónde van huyendo los loros barranqueros.”

“Como un deseo mío, sueño que los niños de las escuelas de Traslasierra puedan tener acceso a este libro donde cuento la vida de los de antes.

Es preciso aclarar que, si bien menciono datos históricos, este libro mezcla la historia con la ficción y no debe ser tomado con rigor histórico, sino más bien como ese cúmulo de narraciones que se han ido transmitiendo de generación en generación.”

Esta última frase que está en el libro viene siendo muy importante a la hora de juzgarlo, ya que todo está escrito desde la inspiración amorosa de quienes defienden a la memoria del olvido.