MURALLA HUMANA EN TRASLASIERRA
El 23 de julio de 2024 era la primera semana luego de la feria judicial de mitad de año. Ese martes, Constanza Taricco, una madre a quien la Justicia de Villa Dolores venía amenazando con darle la razón a su ex pareja, convocó a las escalinatas de Tribunales de Villa Dolores para contar su causa. Un ciudadano alemán denunciaba que la mujer no le permitía ver a sus hijxs y por eso solicitaba la Restitución de los niñxs a Alemania.
DERECHOS HUMANOS
POR MARY LUQUE


Acudimos a la invitación que hizo Constanza a organizaciones y medios de prensa para escuchar su situación desesperada. Antes de la hora programada para la convocatoria, su abogada le hizo saber que la jueza a cargo de la causa, mandaba que el próximo jueves 25 de julio, se presentara al mediodía con sus hijxs, en tribunales. Enterados todxs de la nueva disposición y entendiendo que ese mandato suponía entregar a los niños al alemán, que los llevaría a su país, convirtió a la convocatoria en angustiante. Se sugirieron posibilidades, pero en general todxs los presentes se contagiaron de la desazón de Constanza. Se organizó una nueva convocatoria a tribunales el día de la presentación de las partes, con los niñxs y ya se rumoreaba que el alemán tenía los pasajes para tres personas para el día sábado 27.
El jueves 25, desde las 10.30 se concentró en las escalinatas de Tribunales de Villa Dolores y a partir del mediodía, cuando Constanza no llegó al lugar -sí el ciudadano alemán- todxs se trasladaron a cuidar la vivienda donde residían Constanza y sus hijos, en Nono. Mediante mensajes supimos que a partir de las 13.30 llegaron móviles policiales a ese lugar y así continuó hasta que vallaron todo el entorno, imposibilitando que otrxs vecinxs entraran a acompañar. Hasta las 17 horas fue posible ingresar, ya después estaban los policías -con cintas de vallado- que impedían entrar desde las calles anteriores a la vivienda de Constanza. A esa hora ya se notaba la empatía con la causa. Quienes habían llegado desde Tribunales y no habían almorzado pudieron comer frutas que los recién llegados traían para compartir. Al frente de la vivienda no hay casas y separan del río unos cien metros, con una calle por donde llegaban más móviles policiales y de otras instituciones como el ETAC. Llegó también una ambulancia y un grupo de seis policías antimotines que le empezaron a dar un toque de preocupación al vecindario que acompañaba, porque se advertía que la entrega de los hijxs de Constanza no sería simple. Ya se había acordado que si la policía venía a reprimir, la muralla de personas formaría dos hileras: adelante las mujeres y atrás los varones, porque se sabe que la policía pega a sus congéneres, sin piedad.
Mientras, las autoridades policiales y funcionarios del Poder Judicial convocaban a la hermana de Constanza a dialogar y pedirle “que no los obligaran a hacer lo que no querían”. Las órdenes estaban dadas y debían cumplirlas. Esa petición daba cuenta de la injusticia de la medida a cumplir, tanta que ni la policía podía ejecutarla porque: ¿Cómo quitarle la cría a una madre? Una y otra vez llamaban al diálogo a la hermana, que con mucha tranquilidad contestaba que no se estaba cuidando a sus sobrinos y que por eso su hermana no los entregaría. A veces la policía antimotines parecía activar su presencia acercándose y ahí las personas se reagrupaban y la protección amorosa semejaba una muralla. Esa muralla tenía varios significados: no pasarán, no haremos fácil esta entrega pero más que nada: “¿Cómo se puede ordenar que dos menores sean separados y llevados tan lejos de su madre? ”. Más de unx nos preguntábamos: ¿puede una mujer ordenar eso? Y la respuesta se confirmó más de una vez: la jueza Sandra Cúneo, mujer, funcionaria, con capacitación en perspectiva de género, madre, argentina, determinó -con cero de sororidad- que a otra mujer argentina le arrebataran los hijos.
Cuando atardecía y el frío empezó a hacerse sentir: llegaron paquetes de yerba, galletitas, pan con fiambre, empanadas y abrigos de quienes ya no se podían acercar pero que colaboraban de ese modo. Todo se repartía entre todxs y los gestos de cuidado de parte de tanta gente, que en muchos casos no conocía a la madre ni a los niños, pero sí comprendía lo esencial: que los funcionarios a veces no pueden comprender y se ajustan a cánones que lejos de proteger, destruyen. A medianoche un mediador policial planteó que había un pedido de la justicia para llevar a lxs niños a una entrevista o cámara Gesell. Eso fue de mucha improlijidad porque todxs respondieron “a esta hora cualquier niñx duerme”, resaltando el no respeto por los derechos de estos niñxs a quienes se quería periciar tan tarde. Más tarde, un grupo policial especial entró por otro lugar de la vivienda -desde atrás- y el grupo de policías antimotín se apostaron al frente del grupo de vecinxs, que no opuso resistencia, por lo que no hubo represión. Constataron que no estaban ni Constanza ni lxs niños. Razón por la cual a esa hora ingresó, en la Unidad Judicial de Villa Dolores, un Habeas Corpus que planteaba continuar con la instrucción de la causa, que no estaba terminada.
Ese día, que comenzó a media mañana y finalizó después de medianoche, fue un canto a la sororidad y a la solidaridad y empatía que, en este mundo, no están perdidos. Por suerte es en el Valle de Traslasierra que podemos sentirnos orgullosxs de que un mundo solidario y amoroso es posible.