PENSAR SIN ETIQUETAS
Pasó un nuevo aniversario del llamado 8M y se trata de una fecha que nos pide reflexionar colectivamente y en presente.
SOCIEDAD
POR NURIA SCHNELLER


Pasó un nuevo aniversario del llamado 8M y más allá de las reseñas históricas que van desde una primera huelga de trabajadoras por condiciones laborales en 1857, pasando por el incendio intencional que también en Marzo pero de 1911 realizaron los dueños de una fábrica de blusas estadounidense para aplacar la huelga de sus trabajadoras (si, incendiaron la fábrica con las trabajadoras dentro, ocasionando casi 130 personas muertas); hasta el reconocimiento en 1975 de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de la celebración y luego conmemoración que las mujeres socialistas hacían anualmente de la mujer trabajadora desde principios de siglo XX, se trata de una fecha que nos pide reflexionar colectivamente y en presente.
A diferencia de lo que era común hace no más de quince o veinte años atrás asociando el "Día de la mujer" con regalar bombones y flores a las mujeres, hoy el "Día de la mujer trabajadora" es un día que se asocia a las luchas feministas: es decir para reivindicar derechos sociales y económicos, pero también para cuestionar aspectos más profundos que hacen a lo "normal" visibilizando uno de los debates primigenios de las ciencias sociales: la diferencia entre lo normal y lo natural.
Así como "la primera ola feminista" de fines del siglo XIX peleaba entre otras reivindicaciones por derechos civiles y políticos como el derecho a votar, en los últimos años se ha demostrado por ejemplo que existe la llamada "brecha salarial" entre hombres y mujeres lo cual significa a grandes rasgos que, por el mismo trabajo un hombre gana más que una mujer, pero incluso estos estudios y fuentes de información develan que los cargos jerárquicos suelen estar ocupados por hombres en mucha mayor proporción que por mujeres. Y si intento dar un pequeño pantallazo de estas luchas debo decir que, además, esta desigualdad tan marcada es todavía incomparable a una desigualdad mucho mayor: el acceso al trabajo formal de las personas trans, travestis y no binarias. *
La disputa por el sentido de lo que significa "ser mujer" es un aspecto fundamental y muy banalizado. Si nunca te lo preguntaste, hoy es un buen día para hacerlo: ¿Es automático que si tenemos genitales biológicamente definidos como masculinos y femeninos vamos a tener ganas de vestirnos de celeste o de rosa y eso nos va a determinar de quienes nos vamos a enamorar y que cosas nos van a gustar y nuestras capacidades intelectuales van a estar únicamente prescritas por los genitales que tengamos?
Las teóricas feministas argumentan que el género es la interpretación cultural del sexo (...). Si el género se construye, ¿podría construirse de distinta manera? (Butler Judith, "El género en disputa").
Los feminismos que dicho sea de paso no arrancaron el año pasado, trajeron históricamente preguntas revolucionarias en el sentido de que desnaturalizaron sometimientos, como por ejemplo la visibilización desde hace unos 50 años del valor económico que tiene el trabajo doméstico en la cadena de producción capitalista.
Sin embargo, la importancia que tienen las reivindicaciones feministas en el plano económico, no descarta ni reniega de otro tipo de cuestionamientos también fundamentales acerca de todo lo que supuestamente implica ser "mujer" y también ser "hombre"; porque la disputa por esas definiciones tan tajantes de lo que debe ser o no ser es un acto de sometimiento y de violencia que no tiene nada de natural y sí mucho de histórico y de cultural.
Cuando se habla de identidades binarias, de violencia de género, de lenguaje inclusivo entre otros tantos conceptos que las luchas feministas han/hemos (porque aun con granitos de arena me siento parte de esa inmensa ola) conseguido que formen parte de la agenda pública y de debates cotidianos, me parece fundamental no banalizar esas ideas ni menospreciarlas, tener mente y corazón dispuestos a reconocer verdades que pueden ser tan profundas y diferentes a las propias. Y sobre todo me parece fundamental superar una falacia muy grave: comprender las problemáticas "de género" no significa que no te importe la crisis económica, la explotación laboral, la inflación o la falta de medicamentos en hospitales, por el contrario, implica reconocer en profundidad una red de opresiones que si le seguimos siguiendo el juego, va a encontrar siempre un enemigo en la persona que tengas al lado.