¿PORQUÉ VIVIR EN MEDIO DE UN EXPERIMENTO?
4° Fragmento del artículo “La Intervención de los Cielos”, publicado en el libro “La Tiranía del Bien Común, Pandemia, Relatos y otras amenazas”, GEMA Ediciones, 2023.
AMBIENTE
POR CECILIA SUSTERSIC


Claire Séverac, en su libro La guerra secreta contra el pueblo, narra la historia más conocida de los programas de guerra bacteriológica con fines genocidas, cuyo inicio se remonta a 1763 y que involucra a los gobiernos de Japón, Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Ya en 1930, explica, los japoneses habían establecido un centro de investigación en China (revelado en un informe llamado “Los misterios de la Unidad 731”); desde entonces hubo un intenso desarrollo de programas de guerra bacteriológica por parte de gobiernos japoneses, que usaron sobre poblaciones chinas con objetivos expansionistas, donde probaron la eficacia de la propagación de varias cepas bacterianas, incluidas la peste, el cólera y el ántrax o bombas de pulgas lanzadas desde aviones. La investigadora describe que, tras la destrucción de Japón con las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, científicos del programa de armas bacteriológicas japonesas fueron secuestrados por el gobierno estadounidense, así como habían hecho con los criminales nazis después de Nuremberg: podían elegir morir o colaborar.
Es así como Estados Unidos comenzó a desarrollar un programa de armas bacteriológicas bajo la responsabilidad de Bill Patrick, donde se dio la aparición de la aerobiología (atajo de Jean-Pierre Petit para describir el arte y la forma de propagar bacterias en avión aprovechando al máximo las condiciones meteorológicas), quien afirma que realizaron pruebas discretas en poblaciones de las islas del Pacífico.
Esta es otra de las aristas de los programas militares para controlar el clima terrestre, que ya desde sus comienzos fueron diseñados junto a los desarrollos de guerra química, bacteriológica y de ondas electromagnéticas, para manipular a las poblaciones y emplear como armas de guerra bajo la etiqueta de defensa y seguridad nacional. Tanto es así que en la década del 50, con el pretexto de una necesaria preparación frente a un posible ataque biológico, se ejecutaron operaciones criminales sobre diversas poblaciones de los Estados Unidos e Inglaterra. Se destaca la “Operación DEW”, con la que se pulverizaron 150.000 km2 de regiones pobladas del sudeste norteamericano con sulfuro de zinc y cadmio para estudiar el comportamiento de agentes biológicos lanzados desde aerosoles.
Tanto la DEW I, de 1951, como la DEW II, de 1952, fueron desclasificadas y conocidas por pedido del US National Reserch Council, cuarenta y cuatro años más tarde. De lo que se ha filtrado y publicado, se supo que en 1955 la CIA había dispersado sobre Tampa Bay (Florida) una bacteria de los laboratorios militares de armas biológicas para probar su capacidad de infectar poblaciones humanas con agentes biológicos. El ejército de ese país también admitió haber rociado Minnesota desde 1953 hasta mediados de los 70. En 1957 y 1958, la “Operación LAC” consistió en la dispersión de sulfato de zinc y cadmio sobre Canadá, extensas áreas de los Estados Unidos y la costa este de Gran Bretaña, con el objetivo de testear los patrones de dispersión y el alcance geográfico de las armas químicas y biológicas. Las estaciones terrestres recogieron las partículas fluorescentes y así el ejército observó que las sustancias podían aterrizar hasta 1930 km desde su punto de entrega.
El 21 de abril de 2002 el diario The Guardian del Reino Unido reveló la existencia de un informe gubernamental que confirmaba por primera vez que se habían realizado pruebas de armas biológicas y químicas entre 1940 y 1979 sin conocimiento del público, “convirtiendo gran parte del territorio en un laboratorio gigante”. Los experimentos efectuados por los científicos en Porton Down tenían como objetivo evaluar la vulnerabilidad del país por si Rusia decidiera arrojar nubes de gérmenes mortales. En el libro de Séverac se expone una serie de informes de pruebas con armas biológicas desde entonces hasta la actualidad de un alcance tal que el premio Nobel Lederberg calificara su peligrosidad mayor que la de la propia bomba de hidrógeno: “Los aviones pueden rociar fácilmente uno o más agentes bacteriológicos a lo largo de miles de kilómetros en un pocas horas y desencadenar una carnicería, sin que tengamos la menor posibilidad de saberlo” (104). A pesar de toda esta evidencia, quienes ejecutan estos planes pueden seguir avanzando con sus objetivos y gozan de total impunidad mientras se llama conspiranoicos a quienes los investigan y denuncian.
La firma del Convenio ENMOD, como dije, lejos de transparentar, regular y detener en la práctica la geoguerra, que era su objetivo manifiesto, sirvió para que las fuerzas militares de gobiernos y corporaciones continuaran con sus agendas en absoluto secretismo, instalando el tabú y la negación de todas las acciones para el control del termostato planetario. Uno de los científicos que más han investigado y denunciado estos programas fue J. Marvin Herndon. En su reciente “Carta Abierta al Tribunal Penal Internacional (ICC)” para alegar la complicidad de la ONU en la traición planetaria, califica el ENMOD “como un tratado internacional deliberadamente vago y engañoso que ha servido como caballo de Troya para proporcionar una base jurídica a las subsiguientes actividades de geoingeniería en todo el mundo”. La información allí presentada se ratifica con el análisis de revisión del ENMOD por parte de la Cruz Roja Internacional (Servicio de Asesoramiento en Derecho Internacional Humanitario), de 2023, que revela la incesante creación de nuevas tecnologías cuando amplía las categorías iniciales de técnicas de manipulación del clima especificadas:
En los acuerdos interpretativos se da una serie de ejemplos no exhaustiva de los fenómenos que pueden ser causados por la utilización de técnicas de modificación ambiental: terremotos, maremotos, deterioro del ecosistema de una región, modificación de las condiciones atmosféricas (nubes, precipitaciones, ciclones y tornados), de las condiciones climáticas, de las corrientes oceánicas, del estado de la capa de ozono o de la ionósfera.
Después de participar en la Segunda Conferencia para la Revisión de la Convención ENMOD (1992) y en los foros internacionales interesados, especialmente la Conferencia de Río de Janeiro (1992), la entidad recomienda que “cada Estado Parte debería, en especial, incorporar a su legislación penal la prohibición y el castigo de la utilización de técnicas de modificación prohibidas —de conformidad con la Convención ENMOD— que se comprueben en su territorio o en cualquier lugar bajo su jurisdicción o control”. Es decir que veintisiete años después, apenas se sugiere a los gobiernos que prohíban y castiguen la utilización de las técnicas de intromisión-destrucción de los sistemas naturales terrestres. Incluso en Wikipedia se especifica que “Además de prohibir el uso de técnicas de manipulación ambiental para fines bélicos u hostiles, la Convención aprueba específicamente el uso de estas técnicas con fines pacíficos, como la inseminación de nubes para causar lluvia y la fotosíntesis artificial para la reducción de dióxido de carbono”, un juego discursivo que habilita la manipulación de la naturaleza en nombre de supuestos fines pacíficos y necesarios.