TODO ESO QUE LLAMAMOS EL CURRO DE LA TIERRA

La forma más eficiente de dejar afuera del acceso a la tierra en el valle de Traslasierra a los sectores populares es exponer el negocio que implica la rentabilidad de comercializar tierra; y esto expone desafíos, donde la demanda, la crisis económica y la falta de regulación complejizan adquirir tierras para nuevos vecinos.

NOTA DE TAPA

POR COMECHINGONES MULTIMEDIOS

Esta región es conocida por sus paisajes naturales y su estilo de vida tranquilo, pero se enfrenta a una problemática que crece a la par de su popularidad: el acceso a la tierra para todos. Con un crecimiento poblacional constante y un incremento en la demanda de propiedades, conseguir una vivienda en se ha vuelto un desafío, especialmente para quienes integran sectores de menores ingresos. La crisis económica y el interés de nuevos residentes de otras provincias solo han acentuado esta dificultad, transformando lo que alguna vez fue un derecho al hogar en un bien casi inalcanzable para muchos.

El fenómeno de falta de acceso a la tierra no es exclusivo del valle; atraviesa gran parte del país. Sin embargo, en esta región cordobesa la problemática se ha intensificado debido a la combinación de factores: una migración interna hacia zonas rurales y un mercado inmobiliario en alza impulsado por la demanda de tierras y viviendas. La percepción de calidad de vida, sumada al atractivo natural del valle, ha convertido a Traslasierra en un punto deseado para personas que buscan alejarse de las grandes ciudades. Este movimiento ha hecho que el valor de las tierras aumente y que muchas familias locales enfrenten la imposibilidad de adquirir una vivienda propia en su propia tierra. Adquirir un terreno no es solo una cuestión de financiamiento. La falta de escrituración y la irregularidad de muchos terrenos representan una barrera adicional. Según el Registro de la Propiedad de Córdoba el 47% de las tierras de la región carecen de documentación completa, y los procesos de regularización son lentos y costosos. Para muchas familias, la posibilidad de comprar una tierra sin papeles es la única opción, pero trae consigo riesgos legales y económicos.

Por otro lado encontramos la cuestión de la crisis económica evidente y reciente que atraviesa el país. Lo que ha complicado aún más la situación. Con salarios que no alcanzan a cubrir las necesidades básicas y créditos hipotecarios inaccesibles para la mayoría crea un solo mercado atractivo y posible de inversiones que están distanciadas de la necesidad de la vivienda y del derecho a la tierra propia. Los terrenos suben desproporcionadamente en relación con los ingresos familiares y en lugar de funcionar como un refugio de seguridad, el mercado de tierras se ha convertido en un terreno de especulación, en el que solo algunos logran participar. La presión por adquirir tierras ha generado también un impacto ambiental notable. La subdivisión de terrenos rurales para loteos y la expansión de áreas urbanizadas, muchas veces de forma poco regulada, han afectado el equilibrio ambiental y este crecimiento sin planificación agota los recursos naturales y aumenta los riesgos de incendios forestales, exacerbando la fragilidad de los ecosistemas locales. Para muchos de los nuevos residentes, la prioridad es obtener su parcela, pero el impacto ambiental de cada loteo afecta a toda la comunidad.

A pesar de los desafíos existen iniciativas para abordar la falta de vivienda y de acceso a la tierra. Algunos proyectos, impulsados por municipios, buscan crear viviendas populares, recurriendo a terrenos fiscales o tierras regularizadas. Estos planes suelen ofrecer viviendas modulares, de bajo costo y sustentables, adecuadas a la realidad económica de los sectores populares siempre enganchado a programas nacionales que en este 2024 sólo han brillado por la ausencia y el dedo inquisidor del “NO HAY PLATA” presidencial. En la provincia RENTAS Y CATASTRO son los que registran los movimientos y pases de mano. El curro de la comercialización de la tierra no deja de ser un llamativo porcentual en donde la falta de planificación es tierra fértil para que quienes mas tienen, mas tengan.

Y es que para que el acceso a la tierra en Traslasierra sea una posibilidad real y no negocios de la especulación financiera e inmobiliaria, es imprescindible abordar esta problemática desde una perspectiva integral y esto implica:

Regularización de Tierras y Escrituras: Facilitar la regularización y escrituras de tierras es un paso clave para reducir la informalidad en el mercado inmobiliario y dar seguridad a las familias.

Desarrollo de Políticas de vivienda accesibles fomentando la creación de viviendas populares, a través de alianzas público-privadas y programas de subsidios y microcréditos.

Planificar el territorio de forma sostenible diseñando un modelo de urbanización que respete el equilibrio ambiental y que considere la capacidad de carga del valle.

Impulsar a la Organización Comunitaria y apoyar a quienes puedan gestionar y mantener sus propias viviendas con el respaldo técnico y financiero necesario para evitar problemas futuros.

El acceso a la tierra es un desafío que trasciende los intereses de sus habitantes. En un contexto de crisis económica y ambiental, la posibilidad de que todos los sectores accedan a una vivienda en su propio pueblo se encuentra comprometida, y urge una respuesta integral que combine el respaldo estatal, la planificación ambiental y la cooperación comunitaria.

PERO ¿CÓMO FUNCIONA EL NEGOCIO INMOBILIARIO EN EL VALLE DE TRASLASIERRA?

Una característica es como evolucionó de manera notable en los últimos años, adaptándose a una demanda creciente impulsada por nuevos residentes que buscan una vida más tranquila y conectada con la naturaleza. Este fenómeno ha derivado en una valorización sostenida de la tierra, especialmente en localidades como Mina Clavero, Villa Cura Brochero y San Javier, donde las vistas panorámicas y la cercanía a servicios básicos son factores altamente valorados. El mercado inmobiliario se divide en dos segmentos principales: terrenos urbanos y rurales. Los terrenos urbanos tienden a ser más caros, con servicios básicos como agua y luz ya instalados. Los terrenos rurales, en cambio, suelen carecer de infraestructura completa, pero su valor radica en la privacidad y el paisaje natural. Estos últimos han atraído tanto a locales como a nuevos habitantes de mayores ingresos.

¿Y QUIENES COMPRAN LA TIERRA?

Pequeños Inversionistas Locales que adquieren terrenos como una inversión de largo plazo o para construir una vivienda propia.

Inversionistas Externos que suelen ser compradores de otras provincias que ven en la tierra una oportunidad de resguardo de valor en tiempos de inflación y, en algunos casos, también desarrollan proyectos de turismo o segunda vivienda.

Desarrolladores Inmobiliarios que compran grandes terrenos para fraccionarlos y venderlos en parcelas más pequeñas, un modelo que, aunque accesible, no siempre cuenta con la infraestructura básica que los compradores requieren.

Muchos desarrolladores comercializan tierras sin escrituras definitivas, lo que resulta en adquisiciones con riesgos legales para los compradores y si bien los costos iniciales pueden ser más bajos, los propietarios enfrentan la incertidumbre de obtener títulos legales en el futuro, lo que limita la posibilidad de créditos hipotecarios o futuras ventas. Por otro lado, la especulación inmobiliaria, incentivada por la percepción de un "refugio" en el valle, ha llevado a la valoración desmedida de tierras, haciendo que, para muchos, la posibilidad de acceder a la tierra se vuelva casi inalcanzable. En un entorno donde la demanda supera la oferta, el negocio representa una compleja combinación de oportunidades y desafíos que requiere una regulación más estricta y un enfoque de sostenibilidad para garantizar un crecimiento equitativo.