TOMA 3: QUÉ SENTÍS CUANDO ME USAS

Crónica de una charla sobre los celulares en la escuela.

TECNOLOGÍA

POR ALVAR MACIEL

Hace unos días estuve dando una charla en la escuela primaria, fue una charla para 6to grado donde la propuesta era charlar sobre los celulares. Este tema es una preocupación para familias y docentes, está en boca de todos, se repite como problema en los medios y se ensayan soluciones que oscilan entre lo drástico, prohibir el celular o lo permisivo: hacer todo con estos dispositivos, desde entretenernos hasta estudiar. Lo cierto es que existe la percepción de un problema y esto es lo que se escucha sobre él:

– Pasan mucho tiempo con el celu.

– Está todo el día viendo pavadas.

– Ya no comprenden lo que leen.

– Es peligroso, hablan con extraños.

– Suben cualquier cosa.

– Se creen todo lo que ven.

– No dan bolilla ni en casa ni en clase.

– Es lo único que les importa.

La preocupación sobre el impacto de estas tecnologías en los pibes es genuina, y yo me pregunto un par de cosas: ¿Estas mismas preocupaciones no caben también para los adultos?

Repasemos:

– ¿Pasamos mucho tiempo con el celu?

– ¿Nos las pasamos viendo pavadas?

– ¿Comprendemos todo lo que leemos?

– ¿Nos comunicamos con extraños?

– ¿Subimos cosas sin pensarlo?

– ¿confiamos en lo que vemos (no lo que no nos gusta, sino eso que buscamos)

– ¿Prestamos atención?

– ¿Nos sentimos perdidos sin los celulares?

Es probable que nos identifiquemos con algunas de las preguntas anteriores, Y por ahí las que me interpelan a mí, no son las que interpelan a otros. Pero el problema está acá, entre nosotros. No es un problema “de la juventud” es un problema “también para la juventud”. El tema es que nosotros somos los adultos, entonces nos cabe la parte más gruesa de la responsabilidad para afrontarlo. La propuesta de esta columna es tratar de entender cómo funcionan estas cosas, recortar una parte del problema y ensayar posibles aproximaciones. Separemos dispositivo de medio. En lugar de ver al aparato como agente de deshumanización y causante de los problemas. Vamos a analizar que usamos de ese aparato, y lo vamos a hacer con la ayuda de los chicos de sexto.

En la charla les presenté una imagen de unos pibes y pibas sentados en un espacio público cada uno mirando su celular. Les pedí que nos tomáramos unos minutos y que me digan qué ideas se le venían a la cabeza cuando vieron la foto y que subtítulo o epígrafe le pondrían. El resultado fue asombroso. Por un lado, listaron las aplicaciones que usan: – Tiktok, Youtube. Instagram. Y por el otro todos los subtítulos eran negativos o apuntaban a cómo “vician los pibes”, lo que me dio pie a abordar el tema del diseño de las aplicaciones, pero también me dejó pensando en si realmente veían esto como un problema o solo responden lo políticamente correcto. En cualquier caso, el problema es evidente, ya sea porque lo perciben como propio, o porque perciben que los adultos consideramos esto como un problema. Hay algo ahí, en esas aplicaciones, que nos engancha. A adultos y jóvenes por igual. Circulan muchas investigaciones sobre qué y cómo nos generan ese enganche. Pero quiero llevar esto a nuestra experiencia. A veces las investigaciones sirven para confirmar eso que en nuestra vida diaria experimentamos. Es importante entonces reconocer primero aquello que disfrutamos, que es lo que me pasa cuando me la paso viendo shorts, cuando recibo un like a una publicación o cuando alguien me contesta. Negar el disfrute que las aplicaciones nos dan no ayuda a pensar por qué me engancho. Hay algo ahí, personal, y de cada uno que nos hace disfrutar, sentirnos bien. Incluso cuando después pueda bajonearme por todo el tiempo que perdí. Me engancho porque algo me gusta y porque después, se hace un hábito. Y es bien sabido que hay hábitos de los buenos y de los malos.

Detrás de cada aplicación que nos engancha, que captura nuestra atención, hay un diseño; hay un esfuerzo deliberado por parte de personas para captar nuestra atención y eso se logra a partir de decisiones de diseño. Que un short dure un minuto, que puedas acumular likes, que puedas ver o no quién está conectado, si está escribiendo, si escribió, si publicó algo o no. Todas esas cosas son decisiones de diseño. Y el diseño está hecho para que te quedes enganchado lo más posible. Entonces, volviendo al principio: ¿Dónde está el problema?, ¿en los jóvenes?, ¿o en los adultos que no podemos ni queremos regular de alguna forma las cosas que están diseñadas para engancharse?. Creo que, para encarar este problema, tenemos que comenzar por reconocer qué elemento de una aplicación nos engancha. Para desde ahí desandar un camino personal de hábitos nocivos. Y luego, encarar un camino colectivo, en función de poder reclamar diseños más cuidadosos para con nosotros.